De autoestima se habla mucho. Se habla en revistas, podcast, artículos de periódicos. Se habla en la cola del súper, en la peluquería y hasta en la cola de la pescadería.
Yo misma te bombardeo a veces con el “quiérete mucho”, acéptate tal y cómo eres” y mensajes parecidos.
Si bien es cierto, que todos estos mensajes son necesarios, en muchas vidas, ese mirarse al espejo se convierte en tortura.
Hemos aprendido a valorarnos según la mirada ajena. Importan más las opiniones externas que la tuya propia. ¿Cómo me quedan las gafas? Parece una pregunta sencilla. En su interior, probablemente esconde miedos y vivencias negativas anteriores. Tal vez resuene aquella vez que un niño de tu clase del colegio te espetó que odiaba tus gafas. O quizás te resuene a aquél día que ese Chico tan especial miraba a otra chica diciendo “Vaya, me encantan sus ojos” mientras una lágrima caía a través de tus cristales.
Aún recuerdo mi experiencia en Guatemala, durante mi viaje iniciático como maestra, relacionada directamente con mi autoestima. Corría el año 2000. Mi primera vez fuera de Europa, un país desconocido, sin red social para protegerme. Mi compañera y yo pasamos un mes dando talleres a futuros maestros guatemaltecos. Recuerdo dormir en casas humildes, cedidas con amor. En sus estancias no había, por aquel entonces, espejos de cuerpo entero. Como mucho, conseguías verte la cara en ellos.
Guatemala no es un país de grandes escaparates con vidrieras donde sentirse reflejada. Tu reflejo lo encuentras en la mirada de la gente, a través de sus ojos. En ellos, sentías gratitud, satisfacción, amor, esperanza, admiración. Pocas veces encontramos juicios, reproches, falta de confianza. Fueron unas vacaciones maravillosas para mis defectos. Verme a través de sus ojos incrementó por 10.000 mi autoestima, porque ese reflejo compartía energía y vibraciones positivas.
En Europa mi realidad había sido completamente diferente: normalmente sueles ves tu reflejo en grandes almacenes que te informan muy amablemente de tu supuesta talla ideal, del jersei necesario “colección 2021-2022”, de la cantidad de arrugas, canas o pelos en el bigote que supuestamente no deberías lucir. Existen leyendas urbanas sobre tu valor profesional si antes de los 30 no has alcanzado unas metas específicas. Tu vida debería ser, según unos patrones sociales, perfecta y maravillosa. Instagram ha puesto su granito de arena en menospreciar tu autoestima.
Toda esa presión dinamita la autoestima, haciendo especial incidencia en la población más joven. La auténtica autoestima crece bajo el ala de una gran premisa universal: Tú vales, simplemente por el hecho de SER. Esta certeza se sustenta en tus creencias potenciadoras, aquéllas que te hacen creer y sentir tu validez. Ser conscientes de esta verdad, es el primer paso para poder desarrollar y superar dificultades adversas.
La autoestima baja puede llevarte a no interpretar tu imagen (física y/o psicológica) de una manera excesivamente centrada en la autoexigencia, el perfeccionismo o la autocrítica. Puede provocar caos o dificultad para alcanzar objetivos o tomar decisiones.
Para conocer de manera simple cuál podría ser tu nivel de autoestima, prueba a valorar del 1 al 10 estos factores. Siéntate en un lugar agradable y cómodo, relajado. Puntúa de manera consciente cada apartado. Quizás te resulten familares o seas consciente que en ocasiones aisladas los has sentido. Trata de que la sinceridad esté presente, dejando la crítica y el juicio de lado. No te culpabilices por tus respuestas. Recuérdate que estás analizando una situación. Trátate con amor.
Una vez conocida tu propia percepción, puedes descubrir que los pilares de la autoestima son el autoconocimiento, el autoconcepto, la autoaceptación y el autorespeto. Auto, auto, auto, auto,…. Todo está en tí.
¿Dónde crees que se encuentra la clave de la autoestima? ¡Bingo! Dentro de ti. En tu discurso, en tu manera de hablarte, en tu manera de cuidarte.
Lamparita, lamparita mágica, ¿cómo mejoro mi autoconocimiento? Descubriendo todas y cada una de tus maravillosas cualidades y habilidades. Empieza pidiendo a tus seres queridos que te enumeren una de tus virtudes. Escríbelas en tu diario. Añade una más, que no hayan dicho, que tú ya hayas identificado. Analiza tus posibles carencias, esas que te chirrían cuando las ves. Apuntalas en tu diario.
Espejito, espejito mágico, ¿cómo mejoro mi autoconcepto? Elige una de las mil fotos tuyas que más ames de tu móvil. Imagina que la persona de la foto es tu “muy mejor amiga”. Analiza tu opinión, vista desde fuera sobre los rasgos físicos y de dónde te viene esa opinión. Quizás hace mil años, alguien te dijo que los rizos ya no estaban de moda o que las manos pequeñas eran poco femeninas. Describe tus capacidades, esas que sabes que siempre te salen bien, sea lo que sea que pase a tu alrededor. Anota tus limitaciones, investigando de dónde te vienen, si son reales o se han instalado en tu cabeza como un virus no deseado.
Me acepto, no me acepto, me acepto, no me acepto,… dime margarita sin pétalos, ¿cómo mejoro mi aceptación? Reconoce que todas esas cualidades que posees te convierten en una persona completa y perfecta dentro de tu imperfección.
Cómeme, bébeme,… dime conejito blanco, ¿cómo consigo respetarme? Ámate tal y como te ves, con tus cualidades, habilidades, carencias, rasgos físicos, capacidades, limitaciones, características, imperfecciones. Deja de lado la mirada externa, la crítica de fuera. Sólo importas tú.
¿Te cuento un secreto? Todos tenemos miedos. Todos nos infravaloramos alguna vez. Todos vivimos pensando que el otro quizás sea mejor. Pero solo son creencias limitantes.
Recuerda: vales solo por el hecho de SER.
Y ya sabes, si aún te surgen las dudas al mirarte a ese espejo imaginario que cargamos allá donde vamos, sílbame y ya voy.