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Publicado en: Vivir sin miedo

Cuando tu mayor miedo se hace realidad

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Cómo actuar ante tus mayores miedos

Cuando tu mayor miedo se hace realidad, empiezas a sudar: te sudan las manos, te suda la frente. Sientes un gran vacío en el estómago. Notas como caes por un abismo infinito de temor. Te sientes vulnerable, quizás abatido por no saber cómo afrontarlo. Sólo deseas meter la cabeza dentro de un agujero como las avestruces para no ver lo que sucede a tu alrededor. Te hablan y no consigues centrar la atención. Te ves a ti mismo desamparado y la soledad te inunda. 

Cuando tu mayor miedo se vuelve realidad, te ves a ti mismo pequeño, insignificante. Empiezas a darte cuenta de tu propia fragilidad y lo que conlleva. Es una sensación que no deseo que nadie viva pero a la que nos enfrentamos continuamente. 

Todos vivimos momentos de miedo. En muchas ocasiones el miedo es real, está presente en nuestra realidad. En otras muchas ocasiones, sólo se manifiesta en la mente. El miedo que se instala en la mente es aún más difícil de llevar que aquel que se manifiesta en el plano físico: el mental lo hacemos crecer a voluntad, parece que no tiene final. 

Estos sentimientos me tocó experimentarlos en primera persona en octubre de 2017. Me recuerdo a mi misma, sentada en el suelo de mi cocina, llorando sin consuelo al sentir que el suelo se había abierto bajo mis pies. O como dirían los galos (ver Astérix y Obelix), sentí que “¡el cielo se nos cae encima! Fué el inicio de mi divorcio.

Mi mayor miedo, desde que nació mi hijo, siempre había sido tener que vivir separada de él. Había creado un vínculo casi enfermizo al no saber encontrar momentos para vivir como mujer independientemente además de como madre. Por supuesto, se materializó. 

Es algo que aún a día de hoy, escuece. Como al poner sal en la herida. Como las cicatrices, que duelen cuando llueve. O las rodillas que anuncian cambio de tiempo. Así me duele a mi. Sé desde mi parte consciente que mi hijo es feliz, que vive la situación desde la calma y la alegría. Pero esa aceptación de la situación ha sido el fruto de un gran aprendizaje interior, de lágrimas y también de alegrías. 

Por eso conozco los síntomas corporales que se despiertan con el miedo. Ya sea miedo a las alturas, miedo a los perros, miedo al futuro, miedo a separarse. Miedo a no superar una ruptura o miedo a la muerte. La respuesta corporal normalmente se manifiesta de maneras parecidas. 

La reacción química que se inicia ante una situación estresante provoca que la respiración se agite y se acelere el corazón. 

Día a día, en el camino de superar mis miedos, fui encontrando las pautas básicas que me ayudaron a poder aceptarlo como parte de la vida. 

“Las ganas de vivir siempre deberían ganarle la partida al miedo”

Te comparto mis muletillas, esas que aún a veces necesito: Mis estrategias para vencer el miedo

  • Reconócelo: Mira de frente a tus miedos. Huir no debería formar parte de tu vocabulario. Esconder la cabeza como el avestruz no debería ser una opción. Taparse los ojos como los niños no hace que desaparezca la situación. Es más, provoca que al no ser conscientes de la magnitud de nuestros miedos, aún crezca más. Si mi mayor miedo es no poder pagar las facturas del hogar, no saber a cuánto ascienden los  gastos e ingresos no va a hacer que desaparezcan.  
  • Acepta tus miedos: Date permiso desde el amor y la compasión, para sentir todas tus emociones y aceptarlas. El miedo es sólo una emoción más. Sólo eso. Acéptala como parte de la vida y será más sencillo racionalizar una respuesta ante ella. 
  • Practica mentalmente qué harías ante esa situación: Si tu miedo más oculto es hacia los globos o las abejas, imagínate  cómo actuarías ante esa situación. Vívela desde la calma en tu cabeza. De esta manera, mandarás un mensaje a tu cerebro sobre cómo debes reaccionar. Tu cerebro sabrá que además de la respuesta nerviosa, podría reaccionar con calma porque ya lo ha practicado con anterioridad. 
  • Cree que una vida sin miedos es posible: Desde pequeño nos hacen creer que el miedo forma parte de nuestra vida: “cuidado, que te vas a caer y te harás daño”, “cuidado, que te quemas”, “cuidado que te vas a perder”, “cuidado que viene el coco”. Nos educan para temer situaciones que no sabemos si van a suceder o no. Nos hacen vivir en permanentes situaciones imaginarias, que no se corresponden con la vida. Al crecer, desarrollamos otros miedos que tampoco sabemos si se van a cumplir o no. Al centrarnos en nuestros miedos, es más fácil que se materialicen, como fue mi caso. Vive día a día, minuto a minuto, segundo a segundo. Practica la atención plena en el momento presente. Destierra tus miedos para ese momento en el que realmente esté esa situación en tu vida. 

La vida se puede vivir sin miedo. La vida se vive viviendo, con alegría, amor, compasión, autoestima. La vida se vive compartiendo. Deja el temor atrás. 

Si ves que no consigues desterrarlo, sílbame y ya voy.

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Paulina Lopez

Paulina López

“La pequeña que tiene grandeza”.
Eso significa mi nombre y así soy yo. Nací la pequeña de una gran familia y desde siempre he sentido que tenía que hacerme un hueco y buscar mi sitio en ella. La grandeza me llegó a los 40 años, cuando mi vida cambió de manera radical.

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