Mucho se habla de la meditación y del Mindfulness en estos días y de sus beneficios. Visto desde mi sillón, leyendo varios artículos sobre cómo beneficia a mi vida, siempre me viene la misma pregunta: Pero, ¿cómo lo incorporo a mi vida?. ¿Cómo consigo salir de mi piloto automático entre los miles de haceres que me impongo día a día?
La atención plena te aporta muchísimos beneficios tanto a nivel físico como mental. Es una gran herramienta para poder sentir una vida más plena y más cercana a la felicidad. Por supuesto, esa sensación de felicidad no aparece tan sólo con la práctica de meditaciones, pero una vez que te inicias en el mundo de hacer que tu mente se relaje, aparecen como de forma mágica beneficios que ni siquiera eras capaz de imaginar.
Pero tu mente intranquila sigue a lo suyo: no sabré cómo hacerlo, seguro que es un método difícil de llevar a la práctica, eso no es para mí, yo soy muy nerviosa para incorporarlo y para pararme. Tu mente práctica también va a empezar a intentar ponerte pegas.
¡Véncela! Da el primer paso dentro de tu día a día. Tranquila, aquí llega tu guía completa para conseguir incorporar la atención plena a tu vida y ver unos resultados inesperados en tu rutina.
1. Vivo sin vivir en mi:
En demasiadas ocasiones, has sentido que tu vida no te pertenece. Te preguntas dónde se te han ido los años, esos que cada vez te pasan más rápidos. Te cuesta centrarte y recordar si esta mañana has desayunado café o té. Esta serie de circunstancias rodean nuestra vida. La rutina se ha incorporado de tal manera a nuestra vida diaria que somos capaces de desarrollar las funciones más básicas sin ni siquiera prestar atención.
La práctica constante de la meditación nos ayuda a centrar nuestra mente en las acciones que estamos realizando en este preciso momento. Nos ayuda a ser más conscientes en nuestra vida. Nos permite decidir realmente si deseo hoy, aquí y ahora un café porque me apetece o un té, dejando de lado la costumbre.
Siempre puedes pensar que la decisión de qué bebida tomar puede no ser demasiado importante. Es cierto. Pero piensa esto: Calcula el número de decisiones que tomas a lo largo del día sin ser realmente consciente: desde cuánto dinero gastar en ese bolso que realmente no deseas, hasta cómo reaccionas ante ese compañero que te ha importunado con su comentario.
2. Mente vacia in corpore sano
Mucho se ha escrito sobre la necesidad de “dejar la mente en blanco” cuando se medita. Te confieso que ese fue mi gran pedrusco a superar cuando empecé a pensar siquiera en meditar. Antes de iniciarme en Mindfulness ya había hecho algunos pinitos con la meditación. Pero me decía a mi misma: “esto no funciona”, “mi mente no se para”, “ yo para la calma no sirvo”.
¡Sorpresa! Nada de todo eso es necesario para aprender a meditar y centrar tu atención. Sí, es cierto que es necesario entrar en un estado de cierta calma mental que al principio es complicado encontrar.
Imagínate la situación: has estado durante años oyendo una radio constante en tu interior. Una radio que has llevado encendida 24 horas al día. Pararla de golpe va a ser complicado. Ese es tu cerebro.
Pero, ¿y si te propongo simplemente observar qué sucede en tu cerebro? ¿y si te propongo que simplemente dejes pasar tus pensamientos por tu mente, observándolos como si fuera una película? Sería más sencillo, ¿verdad?
Vamos, ¡prueba! Este es tu momento. Cierra los ojos lentamente y regálate un minuto. Para lo que estás haciendo. Un minuto es lo que tardas en llenar un vaso de agua. Un minuto es lo que tardas en subir en el ascensor hasta tu casa. Un minuto es el tiempo que pasas decidiendo qué ver en Netflix. ¡Felicidades! Regálate ese minuto.
Cierra tus ojos amorosamente. Date permiso para regalarte este pequeño momento de paz. Te lo mereces. Céntrate en sentir cómo el aire entra en tu cuerpo. No te juzgues. No pienses que ese aire debería entrar tranquilamente, rápidamente, lentamente,… de todas las maneras en las que lo estás viviendo está bien. Simplemente centra tu atención en la inhalación y la exhalación. Ese es tu único trabajo.
Inhala, exhala. Inhala, exhala.
Lo tienes. Tienes lo necesario para acallar tu mente. Sí, has tenido muchos pensamientos en tu mente. Pero eso también es meditar. Paso a paso irás siendo capaz de aumentar el tiempo de meditación. Día a día serás capaz de ver esos pensamientos como lo que son: invenciones de la mente. Pero de esto hablaremos en otro post.
3. Soy un manojo de nervios
Has sentido muchas veces que tus nervios pueden contigo. Te has desesperado cuando el autobús llega tarde. Te desespera que la cola del supermercado sea la más larga. Te horroriza que la persona de delante de la fila vaya tan lenta. No puedes entender por qué se te caen las llaves al suelo justo hoy que tienes tanta prisa. Te indigna que el camarero tarde tanto cuando le pides la cuenta.
Pues déjame decirte que todas esas situaciones que vives desde los nervios tienen en el Mindfulness un gran aliado. Todas esas circunstancias que te sacan de tus casillas, son grandes oportunidades para centrarte en el presente, en el momento exacto que estás viviendo. Te recuerdan que estás vivo. Que estás aquí y ahora.
Ahora démosle la vuelta a la tortilla para darle un toque desde el mindfulness:
Aprovecha esos minutos que te regala el retraso del autobús para centrarte en la respiración. De todas maneras ya se está retrasando. Piénsalo como un gran regalo de la vida: te da el momento exacto de sentir y centrarte en tu respiración. Vívelo desde la calma. Total, el autobús no viene igual.
La cola del supermercado es la más lenta y la más larga. Ahora mismo sería inútil cambiarte a otra: Respira, cierra los ojos levemente y déjate llevar por tu respiración. Con tan sólo cuatro o cinco inhalaciones conscientes, verás como la calma aparece y ya no te incomoda tanto la velocidad de la cola.
La persona del cajero está tardando muchísimo mientras tú esperas nerviosa. Aprovecha para girarte y buscar tres cosas hermosas que estén pasando en ese momento: quizás sea el vuelo de un pájaro, la sonrisa de un niño, un chiste que te vino a la cabeza, un olor familiar. Centrarte en las situaciones pequeñas que parecen insignificantes es un poderoso ejercicio de atención plena. Con la práctica aprenderás a ver el lado bueno de las situaciones. La persona del cajero seguirá tardando, pero para tí, se habrá convertido en un detalle sin importancia, ya que estarás disfrutando de ese momento.
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4. Lo que me falta para ser budista
Mi vida moderna no está pensada para ser budista. Ese era mi pensamiento. ¿Cómo voy a meditar yo, si me falta el tiempo para todo? Si yo no soy monje budista. Además no creo en las religiones. Bien, felicidades de nuevo. El Mindfulness no pertenece a ninguna religión, es más, aunque se basa en la meditación, no se relaciona con ninguna creencia religiosa. Por tanto es perfecto para todo el mundo. Si profesas alguna religión, será por supuesto muy sencillo de incorporar sin ir en contra de sus principios. La meditación sólo te ancla en el momento presente.
5. Toda yo soy miedo: miedo a la novedad
Me da miedo volver a enamorarme, me da miedo quedarme sin trabajo, me dan miedo las pandemias futuras y hasta las pasadas. Cuando centro mi vida en el miedo, no hago nada. No actúo. Ni para equivocarme. Estar centrada en el presente, te permite no dejar que tu pasado te influya en el presente ni tener que estar excesivamente preocupada por lo que vendrá, pues nadie sabe si vendrá. Deja de pensar en el futuro. Te sientes más libre y más ligera. Dejas de tener tantos miedos. Sólo por eso, ya sería maravilloso vivirlo.
6. Mirando dentro de mi:
En la escuela te enseñaron Matemáticas, Lengua, Naturales, Sociales. Aprendí a estar callada. Aprendí que después de un acto viene una consecuencia, un “te quedas sin patio”, un castigo.
Pero lo que nadie nunca te enseña, es a mirar dentro de tí, a conectarte con tu propio ser, a conocernos a nosotros mismos. Estamos rodeados de miles de acciones ruidosas como la televisión, la radio del coche, el sonido de los mensajes del móvil, las conversaciones ruidosas del bar. Pero en pocas ocasiones dedicamos un segundo a sentir el silencio.
Nuestro cerebro es como un estómago. Necesita momentos de descanso para no acabar estropeándose. La vida que llevamos hoy en día no nos deja ese espacio para recrearnos en nosotros mismos. Es más, parece casi que está como penalizado. Ponemos miles de acciones en nuestro día a día pero no nos damos un momento para simplemente respirar.
Hemos perdido la capacidad de estar en silencio. De escucharnos a nosotros y a nuestros amigos, vecinos, padres y amigos. Antes de acabar de escuchar al otro, ya estamos respondiendo a su discurso, sin saber hacia dónde se dirige. Hablamos de prisa, respondemos de prisa, perdiendo la capacidad de poder estar completamente atento a lo que nos quiere comunicar. Si soy incapaz de poder escuchar, mucho menos soy capaz de escuchar qué es lo que está pasando en mi interior.
Los nuevos canales de comunicación como Youtube, Tik Tok, Instagram están diseñados para alejarnos de nuestra parte interior. Te recrean una pequeña historia en 20 segundos de atención, cambiante, que acostumbra a tu cerebro a cambiar de contenido rápidamente, sin dar tiempo ni a la reflexión ni al silencio.
Vuelve la prisa, el cambio, la inmediatez. Se pierde el silencio, el contacto con nosotros mismos, la calma. Piénsalo. Recuerda cómo te sentiste la última vez que deslizaste hacia abajo en tu teléfono en tu red social favorita. Seguramente, la calma no fue el estado al que te llevó. Tal vez te llevó a un adormecimiento de tus sentidos o de tu cerebro. Pero lo que no te ayudó fue a vivir sin estrés o ansiedad.
La inmediatez en todas nuestras acciones nos inhibe de darnos cuenta de cuáles son nuestros sentimientos, pensamientos, acciones. Simplemente reaccionamos rápidamente y sin ser capaces de decidir nuestra respuesta. Cada vez nuestras acciones se vuelven más mecánicas, más en el piloto automático, más en la inconsciencia de nuestro día. Hasta llegar al punto que no somos capaces de recordar qué hicimos a última hora, porque lo único que hicimos fue deslizarnos por una pantalla.
El Mindfulness nos ayuda a “volver a casa”, a reconectarnos con nosotros mismos para deshacernos de ese ruido y conectarnos con nuestra esencia. Si no aprendemos a estar con nosotros mismos, a mirarnos hacia dentro, es como si tuviéramos todo el día el coche encendido, todo el día con el motor en marcha, sin momento de descanso. Sería como estar corriendo maratones a lo largo de toda la vida sin tener tiempo de reposo. El descanso se vuelve tan fundamental como la acción. Nuestro cerebro necesita de esos momentos de conexión.
7. Acciones pequeñas diarias que te acercan al Mindfulness.
No todo consiste en llegar, sentarse con la espalda recta, respirar y estar sin moverse 20 minutos. La práctica del Mindfulness está cerca de nosotros mismos en cada momento de nuestra vida:
- Baila una canción que te guste
- Escucha trinar a los pájaros
- Escucha atentamente lo que te dice tu hijo
- Observa tus manos: cómo son, el color, si son grandes o pequeñas, que las hace únicas,
- Aburrete, deja a tu mente sin nada en lo que enfocarse por un rato.
- Lávate la manos: fíjate en cada uno de tus movimientos.
- Escribe tu nombre con la mano no dominante: fíjate en los movimientos que hace tu mano al intentarlo.
- Sonríe: sonríete a ti mismo ante el espejo, sonríele al conductor de al lado, sonríele a la cajera del supermercado
- Busca un sonido que estés oyendo y te guste, que te transporte a un momento de tu infancia.
- Pinta, recorta, dibuja. Vuelve a crear cosas.
- Toca la tierra de tus macetas o del bosque. Siente la vida.
- Camina lento. Camina rápido. Camina de puntillas y mira los cambios que se producen en tu cuerpo.
- Chilla: oye tu voz. Escúchate y disfruta de tu voz.
- Camina por tu casa como si fuera la primera vez que la ves. Mira cada objeto y recuerda que hace en ese preciso lugar.
- Mira las estrellas.
- Bebe agua y disfrútala
- Estírate, no sólo por la mañana. Siente tus músculos y tu cuerpo.
Sencillas prácticas que te conectan con el aquí y ahora, ayudándote a sentirte en plenitud y en calma.
Si no sabes cómo conectarte a tu presente, sílbame, y ya voy.