Miércoles, 18:44 de la tarde. Silencio en casa de mi madre. Es la hora de la novela. Una novela de la televisión, donde tras mil capítulos, al final, los protagonistas que los has pasado fatal, al final se dan el beso de “felices para siempre”.
Miércoles, a la hora de la siesta. Empieza un programa basado en destripar la vida de los demás en la televisión. Nadie lo ve, pero ahí sigue. Número uno de audiencia tras más de 10 años.
Redes Sociales. El primer lugar donde vas a buscar cómo es la vida de ese compañero de trabajo que empieza mañana. Lo primero que se pide al conocer a alguien. ¿Tienes insta? Así, le das un repaso a su vida para saber, antes incluso de empezar una relación de amistad, si su vida se adapta a la tuya.
El cotilleo nos es innato. A nuestro cerebro le es muy complicado recordar datos, números, situaciones inconexas. Eso sí, dale un buen argumento, con unos protagonistas sufridores, y Voilá. Recuerdo establecido. Si además, está cargadito de emociones intensas, ya tiene todas las características necesarias para convertirse en un Best Seller.
Desde tiempos inmemorables, las historias han formado parte de nuestra vida. Era la manera de hacer llegar el conocimiento dentro de las tribus. Cuentos contados alrededor de la hoguera, antes de dormir. El cuento de buenas noches que tanto piden los niños. Las historias tradicionales de princesas y dragones.
Cuando en el relato, el protagonista es una persona de nuestro entorno, se convierte en cotilleo. Yuval Noah Harari así lo da a entender en su libro Sapiens. Confieso, que al leerlo, me quedé asombrada. El arte de conocer al vecino. Al vecino y todas sus miserias, como arma para establecer jerarquías, alianzas, estratégicas, amistades y cooperaciones.
Quizás te haya pasado en alguna ocasión que acabas de conocer a una persona fascinante. Más tarde, lo comentas con tu grupo de amigas y te dicen: ¡ Uff! ¡A mí, me han dicho que es muy mala gente! ¡ Una vez,….! y sorpresa, en la mayoría de las ocasiones, la opinión que tenías, te ha cambiado en un microsegundo. La duda se ha apoderado de tu criterio. Sin notarlo, sin saberlo. En ocasiones, también sucede lo contrario. Nos hemos llevado una mala impresión de alguien, pero tu hermana lo conoce y dice que es una persona maravillosa y de fiar. De nuevo, en un microsegundo, tu criterio se ha tambaleado.
Cotillear, hablar de los demás, comentar vidas ajenas,… nuestra pasión. Chismoso, cuentista, cuentón, murmurador, cizañero, hablador, indiscreto, alcahuete, parlero, correveidile, metomentodo. Es complicado conocer la frontera entre hablar de una persona, comentar una situación vivida hasta llegar al punto de juzgarla. Nos convertimos en jueces de su vida y por espejo de la nuestra.
El Mindfulness, dentro de sus 7 actitudes básicas nos enseña que es importante ser capaz de identificar tus sentimientos y emociones sin emitir un juicio sobre ellos, ni positivo ni negativo, es una de las primeras actitudes a desarrollar. La identificación sin opinión. El conocimiento sin emitir un juicio. El reconocimiento de la situación, de la persona, de la emoción y el sentimiento y su aceptación.
En ocasiones, olvidamos, que los juicios emitidos sobre los demás, se basan principalmente en nuestras propias opiniones, convicciones, creencias, ideas predeterminadas pero que no se corresponden con la verdad absoluta. Juzgué mal a la kizomba durante años,hasta que me quedé atrapada en su dulzura al empezar a bailarla. Juzgué mal a la crema de cacahuete,…. hasta que me enamoré al comerla con manzana. Juzgué mal a mi compañera,…. hasta que me senté a hablar con ella, largo y tendido y descubrí nuestros puntos en común.
Juzgar, juzgar, juzgar,…. Demasiadas veces el juicio emitido nos produce más dolor a nosotros que a la persona a la que nos referimos.
SEIS MANERAS PARA APRENDER A NO JUZGAR A LOS DEMÁS NI A TI MISMO
- Piensa antes de hablar: Cada vez que te veas en el momento de opinar sobre una persona, párate un segundo y piensa: ¿necesita esa persona esta energía que le mando con mi comentario? ¿es algo bueno?¿Estoy aportando una visión constructiva? Si alguna respuesta es negativa,… quizás el comentario no sea tan inofensivo como nos gusta creer.
- Practica el Mindfulness: Mantener una actitud de compasión y amor hacia las situaciones que nos rodean, las que vivimos, las que nos cuentan, nos va a ayudar a no juzgar, a no creer que tenemos la verdad absoluta en las palabras.
- Ser perfecto en tu imperfección: Todos y cada uno de nosotros somos perfectos dentro de nuestra imperfección. Estamos recorriendo cada día de nuestra vida un camino de aprendizaje, que ya de por sí, a veces es cuesta arriba. Es importante que, las personas que tienes a tu alrededor te manden un empujoncito. Pero hacia arriba,…
- Ponte en sus zapatos: Mi manera de ver la vida es seguramente completamente diferente a la tuya. Yo la vivo desde mis creencias, mis limitaciones, mis vivencias,… Y tú desde las tuyas. Son iguales de válidas porque parten de experiencias de vida. Ver la paja en el ojo ajeno no sirve para nada si no ayudas a sacarla.
- Busca qué refleja en tu vida: Si hay aspectos de la persona a la que quieres juzgar, seguramente sea algo que en ti tampoco no te gusta. Aunque no nos atrevemos a verlo.
- Ábrete a nuevas formas de pensar: Ya que todos provenimos de casas diferentes, con pensamientos diferentes, formas de mirar el mundo diferentes, ¿no sería más hermoso compartir esas nuevas maneras? Piénsalo.
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Estas son mis sugerencias más sinceras para dejar de juzgar y dejar de juzgarte. Si te apetece seguir profundizando en el tema, sílbame, escríbeme y te mando un audio privado personalizado con otras maneras para dejar el juicio atrás y centrarte en el amor y la compasión.