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Publicado en: Mindfulness

La técnica RAIN o cómo la lluvia puede limpiarte el corazón

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El otro día, me contaron una historia triste para mi. No me suelen gustar mucho las historias tristes ni en el cine ni en los libros. Mucho menos en la vida real. Pero la vida es eso, luces y sombras a convertir en luces. Una persona muy especial para mí, está viviendo un momento físico difícil. No le encuentran el motivo de sus dolencias. 

Ante estas noticias inesperadas, nació  un profundo sentimiento de compasión. Ella vive lejos, y un abrazo no le llegaba. Le mandé uno virtual. Espero que le llegara. Mi mente  se quedó anclada en el sentimiento de compasión. La compasión es un sentimiento que, aunque muy necesario, parece que transmite un trasfondo negativo: ¡suframos juntos! ¡cualquier vivencia sufrida juntos se sufre mejor! ¡Desearía poder evitar tu sufrimiento! 

Si me sigues desde hace un tiempo, sabrás que pongo toda mi energía en vibrar alto: sentimientos positivos, afirmaciones, música que me llena de felicidad, un té sabroso con un libro,… Soy capaz de reconocer tus sentimientos de manera empática, pero me alegro más de tus vivencias positivas. Las negativas, siempre son necesarias para el aprendizaje. Pero puestos a elegir, prefiero las positivas. 

La autocompasión también la practico. Me perdono cuando cometo errores, me libero de culpas y arrepentimientos y acepto mis emociones. Silencio mi mente de charla de paja la mayor parte del tiempo. 

La cuestión es que, en ocasiones, necesitamos seguir una serie de pasos para poder llegar a la calma posterior a la tormenta. 

La técnica RAIN. 

La técnica Rain facilita que en cuatro simples pasos seas capaz de volver a reconectar con tu calma de manera sencilla y eficaz. 

En primer lugar, es importante que reconozcas de manera consciente qué está pasando en tu interior como respuesta a una situación creada o imaginaria, vivida o inventada. La naturaleza que creó tu sentimiento no es primordial. Es necesario saber a ciencia cierta qué sentimientos, emociones y pensamientos está creando esa situación en ti. 

En el caso de mi familiar, la noticia provocó que me sintiera preocupada por su situación. Más aún cuando la distancia provoca que no pueda estar cerca en este momento. 

Una vez reconocidos los sentimientos, quizás en tu interior empieces a oír un leve susurro, quizás alguna solución. Si esa brisa no aparece, pregúntate dónde estás sintiendo ese dolor, qué está provocando en tí, cómo te afecta físicamente. El reconocimiento va más allá de saber la emoción. Incluye los lugares en los que te afecta. No pongas juicio a tus sentimientos. No “deberías” nada. Está bien así como sucede. 

En segundo lugar, acepta la situación tal y como se presenta. La lucha interna que se suele desarrollar en este paso a veces es titánica. La aceptación es la gran herramienta para liberarnos del sufrimiento. Es la llave mágica,  el gadget mágico de Doraemon, el azúcar para que el jarabe sepa mejor. Sin aceptación, nuestro cerebro va a seguir enroscado en buscar estrategias, soluciones, maneras, caminos que, si bien hay que tener en cuenta, tal vez no sea el momento adecuado. 

Asumir la situación que estamos viviendo desde la calma y no la desesperanza o la tristeza, nos va a permitir encontrar consuelo y liberarnos del sufrimiento. Se trata de elegir de manera voluntaria que esa situación la estamos viviendo. Más tarde ya veremos qué hacemos, si establecemos un plan de acción, una estrategia de mejora o si realizamos una llamada de teléfono. Pero eso será más tarde. Ahora simplemente, acepta. 

En mi caso, tengo que aceptar que una persona muy querida está viviendo una situación que no me agrada porque sé que le hace sufrir.

En tercer lugar, investiga. Investiga en tu interior con curiosidad y valentía. Necesitas saber, qué, sea lo que sea que está sucediendo, está bien en el presente. Está bien sentir compasión por mi familiar, o pena o tristeza. Está bien sentir impotencia. Está bien sentir que desearías que sucediera de otra manera. Sin juicios, sin acritud. Con la investigación, buscamos tener más información para poder salir del modo mente. 

En mi caso, investigo con amabilidad  si los sentimientos que aparecen están relacionados con el miedo a la pérdida de personas queridas y en qué se basa ese miedo. También en mi necesidad de control, cuando la vida es completamente incontrolada. Investigo y descubro que me sigue pesando la inactividad ante una situación, el que parezca que nada puedo hacer por solucionarlo. Todo esto me da mucha información sobre mi momento presente y mi proceso. ¿Qué más se puede pedir? 

En cuarto lugar, no te identifiques con la experiencia. Yo soy mucho más que este sufrimiento presente. Soy luz, soy fortaleza, soy robustez, soy amor, soy autocompasión, soy sinceridad. Yo no soy las experiencias que vivo. Las vivo, sí. Pero no soy ellas. Durante este día, soy capaz de vivir muchas más experiencias que no sólo están llenas de dolor. Soy ayuda más desde mi fortaleza que desde mi  pena. Si hoy solo encuentro pena en mí, está bien. Mañana seré su luz, si así hace falta. 

En este cuarto lugar, puedes también nutrirte con autocompasión. Cuánto más me cuide yo, más podré ser capaz de ser montaña para los demás. Es momento de nutrir mi corazón con un autoabrazo, un “me quiero” sincero, mi propia mano en mi mejilla. Pequeños gestos que me devuelven a la realidad: yo soy. En mi presente, en mi presencia, en mi atención plena. 

Me libero de las sensaciones y sentimientos que  me ha provocado la noticia. Me libero del sufrimiento. Es cierto que sigo con la noticia en mente, pero soy más capaz de vivirla desde mi calma. El que inventó que todo en esta vida tenía que vivirse desde el sufrimiento,…. 

La calma es mi lugar salvaje y sagrado. El rincón que protejo casi más que mi vida. 

Si ves que no consigues reconocer tus emociones, aceptarlas, investigarlas con compasión y nutrirte de la experiencia, sílbame, y ya voy.

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Paulina Lopez

Paulina López

“La pequeña que tiene grandeza”.
Eso significa mi nombre y así soy yo. Nací la pequeña de una gran familia y desde siempre he sentido que tenía que hacerme un hueco y buscar mi sitio en ella. La grandeza me llegó a los 40 años, cuando mi vida cambió de manera radical.

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